martes, 20 de marzo de 2012

Artesanía vs Artisteo...

En los tiempos que corren y en el mundo en el que vivimos, ya es de por si difícil encontrar aquello que realmente nos llena, y no precisamente los bolsillos. En este mundo superficial y lleno de individualidades, el olvido es la peor de las maldiciones.

Tenemos la suerte de participar de un oficio como el de artesano, con todo lo que eso conlleva. Si bien es cierto que hoy en día sólo posee el nombre, se puede intuir en él aquello que antaño simbolizaba una manera de entender y vivir el mundo. Algo que desconocíamos hasta la fecha, se hacía presente gracias a un aprendizaje progresivo y oral, ni libresco ni académico, en el que la individualidad no cuestionaba la enseñanza que se adquiría, si no que el respeto por aquél que transmitía ese conocimiento a partir de su experiencia, estaba presente hasta el punto de valorar la prudencia como el mejor aliado, sin excederse en el empeño, que aunque constante y voluntarioso, nunca debería ser superado por el afán de protagonismo.

No hay cabida, en lo artesanal y menos en este oficio, de ningún tipo de ego, pues no se trata aquí de individualidades, ni la suma de éstas, al contrario, sino de la búsqueda de la perfección en pro del producto final, no de las medallas que nos podamos o puedan colgarnos. Pues la satisfacción que uno recibe al compartir el proceso desde su inicio hasta su final, y sobretodo con su resultado óptimo, no tiene semejanza a cualquier palabra, por altiva que sea, que podamos recibir. El resultado final puede ser la meta, pero el cómo llegar ahí es lo realmente valeroso, pues es lo que realmente te hace sentir vivo, con sus penas y alegrías, pero sin caer en monotonías, y en caso de que así fuere, es que no estamos entendiendo nada.

Se trata aquí de complementariedad, pues nadie por si solo, puede hacer nada. Y no se trata de la utilización de manos ajenas para la consumación de una voluntad propia, si no de fundirse en uno solo con el compañero, de complementarse y compenetrarse, hasta que en la coordinación y en la ejecución del proceso sobren las palabras. Y para eso es preciso conocer dicho proceso en su totalidad, y es algo que sólo llega con la práctica y la paciencia. Por muchas veces repetido, no deja de ser importante hacerlo, pues solo con la práctica nos podemos acercar a la perfección, de manera que se puede identificar lo que se debe hacer, lo que se ha hecho, lo que queda pendiente, y sobretodo, en que punto exacto nos encontramos, y cual es nuestro lugar.

Aunque no con palabras, eso fue lo que recibí en su día, y sigo, o así lo intento, recibiéndolo todavía, pero nuestro peor enemigo es el olvido.